Estamos ante la estatua de Diego Sarmiento de Acuña, el personaje más importante de Gondomar y de toda la comarca del Val Miñor. Hombre instruido, amante de los libros, inteligente y con buenas dotes diplomáticas. Aunque nació en Astorga, se trasladó a Gondomar a los 12 años de la muerte de su padre. Fue uno de los mejores diplomáticos de las Cortes de Felipe III y Felipe IV. Nadie mejor que él estaba capacitado para asumir la difícil embajada en Inglaterra. Sus buenas cualidades respondían a la imagen de embajador perfecto: agudeza nos discernimientos, destreza en las negociaciones y clarividencia a la hora de sugerir soluciones, astuto a la hora de captar oportunidades, tenaz en lograr sus objetivos, firme y seguro en sus acercamientos y propósitos y hombre animoso y de buen humor. Sus enemigos lo consideraban un ser maquiavélico capaz de ejercer una influencia maligna sobre su rey.
A la relevante vida política hay que sumarle su vida literaria, destacando su acercamiento personal a los escritores, justificado por sus conocimientos históricos y literarios, que le permitieron asesorarse y revisar sus propios textos. También era un gran aficionado a la poesía y como reconocido bibliófilo, reunió una rica y variada colección de libros manuscritos e impresos. Esta pasión por los libros, le llevó a buscar y seleccionar los más variados ejemplares para su biblioteca, que llegó a ser una de las más célebres de su época.
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