Vigo es una ciudad costera, por lo que no es posible hablar de la historia de la ciudad sin resaltar su dimensión marina: éste es el objeto que el Museo del Mar de Galicia se ha propuesto cumplir a través de sus exposiciones, tanto permanentes como temporales: éstas incluyen paneles explicativos, documentales de vídeo y audio, pantallas interactivas, documentos de archivo y una amplia variedad de piezas expositivas. Los procesos extractivos de los productos del mar, las técnicas de salazón, los instrumentos involucrados en el trabajo cotidiano de los marineros de la Ría de Vigo, tales como barcos, redes, etc., el proceso mercantil de los productos, en el que participan la lonja, las rutas comerciales y los mercados, aspectos de la biología marina, etc., cuentan con su lugar en las galerías del museo. Algunas de las piezas de exposición que ameritan especial mención son el imponente esqueleto de cachalote, pieza importante de los elementos de biología marina del museo, así como una parte del no menos importante, aunque perteneciente a otra rama, submarino diseñado y confeccionado por Antonio Sanjurjo Badía en sus talleres vigueses de Lana Industriosa. Este submarino fue creado en el siglo XIX como lanzatorpedos para defender la Ría de Vigo de un posible ataque de la flota estadounidense en los tiempos de la Guerra de Cuba (aunque no tuvo ocasión de utilizarse a tal efecto por la firma en París del armisticio que puso fin a la contienda).
El Museo del Mar de Galicia está emplazado en la vieja fábrica de conservas Alcabre-Molino de Viento (1887), cuyo edificio sería reutilizado como matadero municipal hasta 1982 y luego abandonado. En el año 1992, comienza su camino de cara a convertirse en museo con el anteproyecto del arquitecto Aldo Rossi. Tras su muerte, fue finalizado por el arquitecto gallego César Portela e inaugurado en el 2002. El museo está integrado por dos naves con más de 8.000 metros cuadrados, un espigón, un faro y un edificio complementario con un pequeño acuario, en el cual a los visitantes les es dado ver las especies que habitan los fondos marinos de la Ría de Vigo. El proyecto permitió respetar la historia de un emplazamiento que tiene un importante pasado castreño y romano datado del siglo VII a. C., todavía perceptible a la vista. En sucesivas excavaciones, se encontraron piezas como hachas de bronce o un altar de estilo púnico, lo que refleja el legado de los distintos pueblos que dejaron su huella en los lugares en los que se asentaron, transitaron o hicieron sentir su influencia.
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