En el interior de la Sierra de Suído nace el Río Parada de Valdohome. Durante su descenso aúna en un solo cauce las aguas de distintas corrientes menores, y su estrecha cuenca bordea el Monte del Castro, de 653 m de altitud, en A Airoa, Fornelos de Montes. Después, la cuenca se abre en un valle cubierto por una frondosa robleda. Un vetusto camino empedrado procedente de A Airoa y que cruza el Río Parada de Valdohome sobre un puente del siglo XVIII atraviesa el valle.
El Puente de A Airoa, que así se llama, conecta ambas orillas del río unos metros más abajo de la presa; por él transcurre el camino que lleva de Entrerríos a A Airoa. Este puente de piedra de un solo arco tiene unos 35 m de longitud y entre 3 y 4 m de ancho. Su altura es de 10 m.
A propósito de este puente corre una leyenda: ésta versa sobre la existencia de un túnel construido por los mouros, que lo conectaba con el Puente del Casal. Los vecinos cuentan que en otro tiempo sus antepasados metieron un gallo en el túnel y que éste apareció en el puente más lejano.
Pero ¿qué son los mouros?
Los mouros son criaturas de las mitologías locales de ciertas regiones de la España noroccidental, como la gallega, la asturiana y la leonesa, aunque también forman parte del folclore de ciertos lugares de la geografía portuguesa.
Diversos autores sostienen que estos seres mitológicos pertenecían a razas pasadas que un día poblaron Galicia, ya desaparecidas, es decir: muertos (de la voz céltica mrvos, procedente del indoeuropeo mr-tuos, que a su vez da el latín mortuus). Para otros, su nombre está relacionado con el término gallego ouro, de ahí que los mouros fueran criaturas moradoras del subsuelo, donde tenían guaridas subterráneas y excavaban túneles bajo la tierra, con el principal deseo de extraer oro (recordemos que Galicia era en la antigüedad un lugar abundante en oro). Los mouros eran presentados como “no bautizados” y paganos, seres sin alma, y maestros en el arte de la orfebrería.
En cuanto a su descripción, se dice que eran oscuros de piel, como si fuesen gente ajena a la tierra gallega, mientras que las mouras, que tenían fama de hechiceras, solían representarse pelirrojas y de tez pálida, y eran muy dadas a la seducción de los campesinos en el imaginario popular. En este imaginario, los mouros son iguales a los humanos, excepto en que viven bajo tierra, poseen abundantes riquezas, de las que son guardianes, y, o tienen poderes mágicos, o viven bajo algún encantamiento; se suelen aparecer a los humanos en solitario para proponerles pruebas en las que éstos deberán demostrar su valor, o bien realizan negocios, tratos o intercambios con ellos, pagándoles con oro. Sin embargo, si estos incautos humanos cuentan a los demás el origen de su repentina riqueza, el oro se convertirá en piedras o carbón, pues los mouros son siempre implacables de darse vulneración alguna del pacto de secreto que exigían. Además, les gustaba comer carne, beber vino y danzar por las noches.
A los mouros se atribuía en tiempos pretéritos, en el marco del dicho imaginario popular, el origen de los castros, las mámoas o túmulos y otras estructuras de origen antiguo y desconocido para los gallegos de aquellas épocas. También se decía que los mouros habían vivido en el pasado remoto en la superficie de Galicia y que habían luchado contra los diferentes pueblos invasores (romanos, suevos, visigodos, moros, etc.), hasta que la mayoría fueron expulsados de esta tierra y relegados al subsuelo.
Más allá de en las leyendas populares, los mouros aparecen presumiblemente en varios topónimos gallegos, normalmente señalando la presencia de castros, túmulos funerarios, minas romanas o cualquier tipo de ruinas antiguas, aunque también elementos más comunes, como caminos, fuentes y ríos: A Fonte do Mouro, A Punta dos Mouros, Camiño do Carballo Mouro, O Coto dos Mouros, Río do Carballo Mouro, etc.
Volviendo a la caracterización del territorio: el Puente Grande de A Airoa forma parte de una ruta, originalmente de arrieros, que desde Ribadavia atraviesa la Sierra de Suído y el Faro de Avión para llegar hasta Verducido, y que luego permite o bien encaminarse a la costa por Fornelos y Soutomaior, o bien seguir al noroeste hacia Ponte Caldelas y Pontevedra.
Otra ruta, más septentrional, viene también de Ribadavia y, pasando por el Puente de Liñares y por Xende, llega a las cercanías de La Lama.
Ambas rutas cuentan con puentes de arco en sus recorridos. Río abajo podremos disfrutar de otro viejo puente o pontella, de origen popular, que permite atravesar un arroyo en el camino de los molinos. Este pequeño puente está conformado de grandes losas puestas una detrás de otra.
El Puente Grande conduce al cementerio de Entrerríos desde A Airoa, y por él pasaban los cortejos fúnebres en las ceremonias mortuorias. Durante este largo trayecto cargando los ataúdes, los vecinos solían detenerse a descansar en cierta piedra a la vera del camino, donde apoyaban el ataúd. Es por ello que aún a día de hoy se conoce a esta piedra como Pedra Funeraria y, a decir de la superstición popular, trae mal augurio a todo aquél que se sienta sobre ella.
Curso abajo podremos llegar a una sucesión de cuatro molinos, uno de ellos en ruinas, y tres en aceptable estado de conservación, a través de un sendero cercano al río que nos llevará por las inmediaciones del mismo. El primero de estos molinos se encuentra en las proximidades del Puente Grande, por lo que recibe el nombre de Molino del Puente. En otros tiempos, la presa del río desviaba el agua mediante un canal hacia los molinos antedichos; hoy, esta misma presa crea las condiciones necesarias para la existencia de una playa fluvial.
Esta playa, llamada Playa Fluvial de A Laxe, se sitúa cien metros más arriba del centenario Puente Grande. Está formada por una presa de hormigón que retiene las aguas del río Parada de Valdohome. Junto al remanso del río en el que se sitúa la playa fluvial, hay un área recreativa, con mesas de piedra donde las familias pueden organizar comidas campestres y meriendas.
Para llegar a la playa, partimos de la población de Entrerríos, en A Laxe; desde allí, el viejo camino empedrado (parte de la citada ruta de arrieros) conduce a A Airoa, cruzando el puente hasta la presa que conforma la playa.
El siguiente molino se localiza hacia la derecha del camino en dirección a A Airoa, entre el río y la senda que corre paralela a él. De este molino solo se conservan las ruinas, y era conocido como Molino de las Mozas, nombre que recibe de una inveterada leyenda que cuenta cómo unas jóvenes que se encontraban refugiadas en el molino durante una dura noche de invierno escucharon el balido de un carnero en el exterior; por compasión, lo dejaron entrar para que se calentase junto al hogar; sin embargo, una vez sumidas en el sueño, les sobresaltó una horrible voz que decía: ehirihí ehirinú, as mozas do muíño quentáromne o cú. Cuenta esta leyenda que se trataba del mismo Diablo.
A diferencia del anterior, el siguiente molino está recuperado; Molino del Regatón es su nombre. Recibía en el pasado las aguas del mismo canal que abastecía de agua al Molino del Puente.
Por último, donde se unen las aguas de Parada de Valdohome con el Ceíño de Rexa Grande, existe otro molino rehabilitado, de nombre incierto.
Fuente: https://www.galiciamaxica.eu/.
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